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Los santos sin tierra

Donde el autor -sin ser chef- se atreve a condimentar la anécdota que le contó la guardiana de uno de los templos del Colca

Publicado: 2013-06-09

Y el techo se vino abajo. Bueno, no completito. Tampoco hay que exagerar. Se cayó un pedazo. Un hueco horrible se hizo allá arriba. Así estuvo por muchos años. Todos los curas decían que iban a arreglarlo y nada. En palabras se quedaban esos hombres de Dios. Ellos se iban y el templo se quedaba igualito.

Feo se veía pero igualito se hacían las misas y se celebraba bien bonito a los santitos, sobre todo a San Isidro Labrador y a la Inmaculada Concepción. Esas fiestas continúan, no pasa lo mismo con la de San Antonio que antes era bien querido. Él era el patrón de los arrieros, pero como ya no hay recuas en los caminos, se han olvidado de agasajarlo.

Un día llegó un padrecito nuevo, Carlos se llamaba. Como todos, habló de la necesidad de arreglar la Casa de Dios. Pero ese era un cuento viejo, lo novedoso es que él pasó de la palabra a la acción, o, mejor dicho, a más palabras, porque conversó con los devotos de los diferentes santos y vírgenes, diciéndoles que se tenía que hacer algo para reparar el techo.

Esto ocurrió después de 1978. Ese año yo me casé y recuerdo que la iglesia seguía dañada. Felizmente no llovió ni nada eso. ¡Imagínese!, se mojaban todos mis invitados. Sí, debió ser en el 80, cuando el sacerdote convenció a los devotos de tomar una medida drástica que a nadie se la había ocurrido hasta ese momento.

No sé si usted sabe o si alguien se lo ha comentado, pero desde el tiempo de los abuelos las imágenes más queridas tienen sus chacritas. Ahí los mayordomos cultivaban maíz y otras cositas. Lo cosecahdo servía para preparar chicha y darle algo de comer a todos los que vienen en mayo y diciembre para las procesiones, los castillos y los bailes. Harta gente es y hay que darle de comer y beber.

Le cuento esto porque lo que quería el padrecito Carlos era que se vendieran esos terrenitos. Solo así se conseguiría el dinero para tapar el techo. Al final y luego de mucho discutirlo y pensarlo, eso es lo que se hizo, por eso los santitos de mi pueblo, Lluta -provincia de Caylloma, Arequipa-, ya no tienen sus parcelas. En otros lugares, como en Huambo, las imágenes todavía conservan sus topos de tierra. Aquí no. Y es que los santitos tuvieron que poner de la suya para arreglar su casa.

¿Qué le parece mi relato?... no me mire con esa cara, por favor. Le estoy diciendo la verdad. No le mentiría estando en el templo del Espíritu Santo. Lo que le cuento, es lo que pasó. Yo he sido testigo. Yo lo he visto y vivido. Ahora, si usted lo desea, le narro otra historia sobre nuestra iglesia. Se anima a escucharme...


Escrito por

explorandoperu

Viajo, escribo y hago fotografías. Soy un periodista que recorre los caminos en busca de crónicas y relatos.


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Crónicas y relatos del Perú

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