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El verano no se va: guía nostálgica de playas norteñas

Publicado: 2013-04-09

Con o sin verano, el mar siempre es una alternativa viajera. Aquí una crónica de las playas del Norte.

El bote se deja llevar por la corriente y los designios del oleaje. Poco a poco y bamboleándose lentamente, se acerca a la orilla sin puerto de una playa ajena a las multitudes. Su cercanía y su previsible arribo, atrae la atención de un puñado de bañistas. “Vienen con pescadito fresco”,  rumorean ansiosos mientras caminan o corren por la arena, en busca de esa embarcación que aparenta ser frágil.

No muy lejos de ahí, en otra playa bendecida por el Sol y el vaivén oceánico, un grupo de niños se acerca a las aguas. Torsos desnudos, pies descalzos, piel encendida color camarón. En sus manos llevan unas tablas de bodyboard con las que pretenden hacer piruetas sobre las olas más chiquitas. Lo intentan, insisten, no lo logran. Igual se divierten. Igual se mueren de la risa.

En ese mismo rincón costero, ni tan lejos ni tan cerca de esos niños que siguen muriéndose de la risa, un pescador repara sus redes amparado bajo la sombra benefactora que le prodiga su lancha. Lo hace con paciencia, sin prisa, acaso con cariño. De rato en rato, paraliza su tarea para acomodarse la gorra, atisbar el horizonte y saludar jacarandoso a los veraneantes que lo miran con curiosidad.

Un hola fugaz,  un buenos días efímero y, de cuando en vez, una conversación a la volada en la que se habla de la mar espléndida, del calor sofocante, de los peces que ya no abundan ni son tantos como antes… o será que se han vuelto más vivos, más sabidos, dice, bromea, alegra la mañana, su mañana, antes de volver a esas redes maltrechas con las que cosecha cotidianamente los frutos del Pacífico.

Y el bote encalla, los bañistas lo rodean, compran pescadito para el ceviche o para meterlo en la sartén. Y los niños continúan con sus retos aunque siempre salgan vencidos, bah, eso no les importa, siguen intentándolo. Y el hombre de las redes continúa en lo suyo, trabajando y conversando con los caminan por su playa ¿tumbesina?, ¿piurana?, ¿lambayecana? o ¿liberteña?

Vivencias, estampas y evocaciones veraniegas en Zorritos o en Punta Sal, o, tal vez, en las caletas la Cruz o Grau. Días de sol ardiente en Máncora, en Punta Veleros y en Vichayito, también en El Ñuro y en Cabo Blanco, donde vive el recuerdo de Ernest Hemingway. Jornadas de cabalgatas inéditas en Pimentel y Huanchaco donde galopan entre las corrientes oceánicas los caballitos de totora.

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Conocer, descubrir y gozar la costa norte. Mar y desierto. Brisa. Baños relajantes. Algarrobos y palmeras. Adrenalina en las olas enjundiosas. Solaz en la arena tibia y seductora. Malecones y muelles para contemplar el ocaso, entonces, el Pacífico se viste de nocturnidad. Su grandeza solo se intuye, se presiente, se deja sentir en el rumor incesante de sus aguas.

Un rumor que se debe escuchar todo el año, no solo en verano. No es complicado. Solo es cuestión de animarse a explorar el litoral norteño, donde nunca hay pierde, donde siempre se disfruta. Ya sea en un balneario desbordante de comodidades, lujos y confort; ya sea en una playa popular, concurrida y efervescente; ya sea en una caleta olvidada, con su muelle modesto y sus rústicas casitas de madera o adobe.

A dónde ir. A Tumbes con sus palmeras y manglares, con su calor insensato que obliga al chapuzón, con sus parajes idílicos en los que el agua y la arena se pintan de claridad, con su emblemática Punta Sal –para muchos el rinconcito marino más bello del Perú- con sus conchas negras y su exquisito majarisco, esa comunión perfecta entre plátanos machacados con langostinos, cangrejos y calamares.

Nada mal para empezar. Ya se animó. Ya está haciendo la maleta o la mochila o quiere seguir acompañándome en este viaje de palabras, nostalgias y añoranzas playeras que ahora me conducen –nos conducen- a la inquietud cosmopolita de Máncora, al confortable sosiego de los hoteles y resort de Las Pocitas y Vichayito, también a la amena cordialidad de los pescadores de la caleta El Ñuro.

Piura. Ceviche con zarandaja. Piajenos en las chacras y hasta en las carreteras. Plataformas petroleras en el horizonte. Pesca de altura y surfing de riesgo en el panic point de Cabo Blanco. Casas con patas de zancudos construidas sobre las aguas de Colán, la del Sol famoso, tanto o más que la mentada luna de Paita, puerto cercano y movido, ideal para partir a las simpaticonas orillas de Cangrejos y Yacila.

Ya lo ven. Ya se dan cuenta, estas regiones tienen lo suyo y hay que viajarlas con mucho orgullo, parafraseando al dicho popular. Pero no solo Tumbes y Piura  maravillan por sus costas. Lambayeque y La Libertad no se quedan atrás. Sus costas resaltan en Pimentel y Huanchaco, cerca a Chiclayo y Trujillo respectivamente, donde los pescadores se hacen a la mar en sus míticos caballitos de totora.

Herencia ancestral. Embarcaciones legendarias. Tradición que no se pierde, se conserva, se transmite de padres e hijos, se comparte con los viajeros. Navegar. Sentirse –momentánea y pretenciosamente- un personaje mítico, acaso Naylamp, de repente Takaynamo, los dioses o los hombres que sembraron las semillas civilizadoras en estas tierras que conocieron el fulgor y el poderío de grandes culturas.

Pimentel y Huanchaco, lugares de visita indispensable como se lee en los folletos turísticos, sí, en esas guías que, además, siempre recomiendan visitar el museo Tumbas Reales de Lambayeque y la ciudad de Chan Chan en La Libertad. Y aunque no confiemos demasiado en esos folletos y guías, en este caso hay que darles la razón y aprovechar la travesía para conocer ambos atractivos turísticos.

Se acaba el viaje. Se agotan las palabras. Demasiadas playas para tan poco verano, me dijo alguna vez un mochilero. No recuerdo si fue en Puerto Etén o en Pacasmayo, quizás haya sido en Chicama (Malabrigo), destino anhelado entre los surfistas por su larguísima ola izquierda. Dónde habrá sido. Mi única certeza, por ahora, es que fue en el norte, solo en el norte, siempre en el norte.


Escrito por

explorandoperu

Viajo, escribo y hago fotografías. Soy un periodista que recorre los caminos en busca de crónicas y relatos.


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Crónicas y relatos del Perú

Bitácora viajera de Rolly Valdivia Chávez